Buenos días Raúl. Yo me he preguntado muchisimas veces en que consistirá la aparente locura de esa gente que vemos por la calle desorientada, sola. Siempre hay una historia detrás que por lo general suele ser tan sencilla como tu nos la has contado.
No voy a entrar a analizar el fondo de tu relato porque es perfecto. Y más en los días que vivimos y la cantidad de personas que van engrosando esas listas de los sintecho.
Pero sobre la forma te diré que es lo más bonito, lírico y dulce que te he leído jamás.
Y deseo que ese jamás se prolongue en el futuro, porque cada día me gusta más cómo escribes.
Últimamente cambias de registro (de lo fantástico para después volver a la ruta de tu peculiar realismo) con una facilidad pasmosa. Todos somos mendigos. Todos estamos un poco locos.
La locura del mendigo es la menos dañina de todas, a nadie más que a ellos afecta para mal o para bien, que con la vida que llevan igual prefieren no estar cuerdos.
En un día despejado, con el horizonte a la vista se puede medir lo que falta para que se ponga el sol. Basta estirar el brazo y colocar tu puño tangenteando el sol, cada puño, desde el sol hasta el horizonte, son quince minutos, aproximadamente. ¿Lo sabría el indigente de tu relato? Un abrazo!
¿Será que a mi, algunas veces, me da miedo alargar la zancada y por eso no me salen tampoco las cuentas?. Un final fantástico para un relato conmovedor.
Esa gente, indigente, por todos ignorada, tu nos has traido a la memoria que esa gente existe, que estan ahí en alguna parte lidiando con sus vidas; con sus fijaciones, sus temores y sus distracciones...
cómo encontrar el pretexto que nos distraiga... Lugares donde no recordar demasiado a alguien: ”tal es mi Oriente. Es el jardín que tengo para que tu memoria no me ahogue” Tal vez trataba de medir la distancia hasta el país de los justos. Ojalá ya esté allí.
Me has recordado a una persona que conocí hace un tiempo. Si no hubiera tenido una hermana que lo cuidara, hubiera acabado igual que tu personaje. Tenía algunos momentos de lucidez en los que se veía que había sido una persona inteligente. Pero no sé si quería medir la esperanza a pasos, ni si sabía la longitud ideal de los mismos, la que te separa de lo que la mayoría de cuerdos acordaría en llamar abismo.
Querido Raul. me hizo imaginar de cabo a rabo al mendigo. Lo imaginé terriblemente sucio y dejado pero con una rara inteligencia dentro de él que le brillaba en los ojos. Excelente.
Medir no, pero sí he tenido ocasión de conocer a mucha gente que lo va contando todo por la vida: las escaleras que va subiendo, los coches que ´hay en cierto lugar, de cuántas cucharadas se come la sopa...
Blog abierto en 2006.
Autor de 3 libros de relatos: ELEFANTIASIS, LA SUAVE PIEL DE LA ANACONDA, y GLÓBULOS VERSOS y de 3 novelas: UN VIAJE SOLO PARA HOMBRES, ANTES. ENTONCES. NUNCA y POR MI GRAN CULPA, obra ganadora del XXIV Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe 2020. Aficionado al cine, buscador de cosas,... En fin.
35 comentarios:
Un solo paso puede llevar a la felicidad o a la muerte, a veces, el mismo paso, lleva a los dos.
Fantastico relato...Genial la descripción y genial el final. Es triste...eso sí.
Buenos días Raúl.
Yo me he preguntado muchisimas veces en que consistirá la aparente locura de esa gente que vemos por la calle desorientada, sola. Siempre hay una historia detrás que por lo general suele ser tan sencilla como tu nos la has contado.
María
Pobre. Al menos, murió feliz.
La desesperanza, la soledad, la marginación. Todo en un excelente relato. Estremece.
Un saludo Raul-
No voy a entrar a analizar el fondo de tu relato porque es perfecto. Y más en los días que vivimos y la cantidad de personas que van engrosando esas listas de los sintecho.
Pero sobre la forma te diré que es lo más bonito, lírico y dulce que te he leído jamás.
Y deseo que ese jamás se prolongue en el futuro, porque cada día me gusta más cómo escribes.
Yo también te quiero, cacho feo.
Muaaaaaa,
Las neurosis compulsivas son muy literarias. Tu personaje me ha recordado al Jack Nicholson de "Mejor Imposible".
Hoy he aprendido que el primer calendario fue fruto del despecho.
Precioso, Raúl, como siempre...
Arancha
Últimamente cambias de registro (de lo fantástico para después volver a la ruta de tu peculiar realismo) con una facilidad pasmosa.
Todos somos mendigos. Todos estamos un poco locos.
La locura del mendigo es la menos dañina de todas, a nadie más que a ellos afecta para mal o para bien, que con la vida que llevan igual prefieren no estar cuerdos.
En un día despejado, con el horizonte a la vista se puede medir lo que falta para que se ponga el sol. Basta estirar el brazo y colocar tu puño tangenteando el sol, cada puño, desde el sol hasta el horizonte, son quince minutos, aproximadamente. ¿Lo sabría el indigente de tu relato?
Un abrazo!
Me ha gustado mucho. Me atrevería a decir que es un muy buen relato.
Saludos cordiales y un abrazo.
¿Será que a mi, algunas veces, me da miedo alargar la zancada y por eso no me salen tampoco las cuentas?.
Un final fantástico para un relato conmovedor.
Esa gente, indigente, por todos ignorada, tu nos has traido a la memoria que esa gente existe, que estan ahí en alguna parte lidiando con sus vidas; con sus fijaciones, sus temores y sus distracciones...
Gracias por este relato tan conmovedor!
cómo encontrar el pretexto que nos distraiga...
Lugares donde no recordar demasiado a alguien:
”tal es mi Oriente. Es el jardín que tengo
para que tu memoria no me ahogue”
Tal vez trataba de medir la distancia hasta el país de los justos. Ojalá ya esté allí.
Dicen que la distancia es el olvido, pero en este caso que de forma estremecedora nos haces vivir es la sinrazón...
Un abrazo.
Contando, contando, contó y dio el paso que le llevó a reunirse con ella...La muerte a veces es una liberación.
Besos desde el aire
Qué tierno. Al final le salieron las cuentas. Había encontrado su objetivo.
Una historia con mucha alma, amigo mío. Me parece perfecta.
Me has recordado a una persona que conocí hace un tiempo. Si no hubiera tenido una hermana que lo cuidara, hubiera acabado igual que tu personaje.
Tenía algunos momentos de lucidez en los que se veía que había sido una persona inteligente.
Pero no sé si quería medir la esperanza a pasos, ni si sabía la longitud ideal de los mismos, la que te separa de lo que la mayoría de cuerdos acordaría en llamar abismo.
buenísimo!!!
¡¡que triste, demonios!!
biquiños,
¿te salen las cuentas con el antebrazo?
picarón...
besicos
que final para el pobre.
Querido Raul. me hizo imaginar de cabo a rabo al mendigo. Lo imaginé terriblemente sucio y dejado pero con una rara inteligencia dentro de él que le brillaba en los ojos.
Excelente.
Saludos
Es que quien la sigue, la consigue... O eso dicen. :)
Brutalmente genial.
Medir sus pasos..la distancia y el olvido.
Solo los locos le ponen número a ese dolor.
Saludos :-)
Medir la esperanza...Es muy duro.
Besos
aún tenía la esperanza de alcanzar la luna en el reflejo del río.
mira qué cosa más absurda...
no nos permitimos ni un instante para la imaginación.
un abrazo.
Sencillamente genial. Un cuento muy bien medido...
Quién sabe si con ese paso más largo al fin consiguió alcanzarla..., quiero pensar que sí.
Besitos.
La soledad y la marginación puede llevarte a ser aprendiz de loco. Impactante relato.
Un abrazo.
Esas pocas zancadas pueden ser las que le faltaban hacia la locura, pero tambien hacia la tranquilidad o el alivio definitivos.
Medir no, pero sí he tenido ocasión de conocer a mucha gente que lo va contando todo por la vida: las escaleras que va subiendo, los coches que ´hay en cierto lugar, de cuántas cucharadas se come la sopa...
Tenía razón quien dijo eso (no me acuerdo de quién es) que la gente busca motivos racionales para creer en lo absurdo. Un infeliz de lo más feliz.
La respuesta a las más difíciles preguntas están siempre bajo nuestra nariz...
Cómo medir la enorme ternura de ese loco entre las ruinas de su vida miserable.
Bellísimo, Raúl. A vos siempre te dan bien las cuentas.
Un beso.
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