jueves, 15 de noviembre de 2018

En rojo


Al llegar al semáforo ella ya estaba allí detenida, con su coche blanco, a una hora en la que las primeras luces de la mañana de este jueves apenas conseguían despuntar entre fríos bostezos. La primera vez nos hemos mirado por casualidad, por puro instinto. Yo he girado la cabeza hacia mi derecha, justo cuando ella lo hacía hacia el espacio que mi viejo utilitario acababa de ocupar. Solo ha sido un instante pues ese pudor propio de los desconocidos ha hecho que ambos, como movidos por el mismo resorte, volteáramos al unísono la vista hacia el frente. Pero unos segundos después, muy pocos, alentado quizá por la cálida música de Radio 3 que sonaba en ese momento y atraído por aquella primera y fugaz impresión que ella me acababa de trasladar, he vuelto a mirarla. Y allí seguía, sonriendo con divertida timidez al saberse observada, con sus esponjosos rizos cubriendo sus mejillas, con su naricilla hermosa y sus jóvenes labios; con toda una vida ajena a mí por delante.

5 comentarios:

Alís dijo...


Si hablas de primera vez, deduzco que hubo otras. Y eso le da encanto a la historia, le suma ganas de llegar al semáforo, de encontrarlo en rojo, de inventar una historia distinta cada mañana. Al menos, cada mañana de jueves.

Me gustó mucho el texto. Eso no me sorprende en tu blog

Un beso

Anónimo dijo...

Con cuántos encuentro fortuitos nos hemos llegado a creer que nuestra vida estaba a punto de dar un giro? Muy bueno

Julia

Elena Casero dijo...

Siempre me encantan estas pequeñas entradas. Cuántas vidas nos son ajenas.

Abracicos

Anónimo dijo...

Sencillo y emotivo
Bravo!!

María

Vicente Corrotea dijo...

Parece que tales encuentros los hemos tenidos todos y han despertado muchas ilusiones.
Un abrazo, Raúl.