Fue
una vecina la que dio el aviso, harta de oír maullar durante dos días al gato de
los del segundo.
Al
llegar, la policía se encontró las persianas bajadas, una penumbra espesa y ese
olor dulzón que, según las novelas del género, siempre anuncia a la muerte. Un
piso de dos habitaciones, salón, cocina y un baño. Los cajones de los dormitorios,
el de matrimonio y otro más pequeño, empapelado de azul y con cenefa a media
pared con dibujos de nubes, estaban abiertos y vacíos. Durante aquella
inspección ocular, un burmilla, de
pelo sedoso y carita de pena, no paró de colarse por entre las piernas de los
agentes, rompiendo la solemnidad del trance con el inoportuno tintineo del
cascabel y un desesperante quejido.
En
el salón encontraron el televisor con niebla en la pantalla y, junto al
reproductor, la carátula abierta de una conocida película de Frank Capra. Entre
los rígidos dedos del individuo que yacía desangrado vena abajo en el sofá, también
hallaron una carta, firmada por una tal Anabel, que terminaba con estas frases:
«Ya no me pegarás más, cabrón.
Ahí te quedas con tu gato... Feliz Navidad.»
Lo
primero que ordenó el sargento fue que le pusieran agua al minino, a ver si
conseguían callarlo de una vez por todas.
4 comentarios:
Felices Fiestas, maestro.
JC
Me temo que el ángel de este muerto en particular no se ha ganado sus alas... ¡Que te sea propicio este año que ya está a punto de comenzar, aunque sea en este Pottersville en el que tenemos que arrastrar todos nuestras Wonderful Lives!
Espero que hayas pasado unas felices fiestas, no como tu personaje. :)
María
Pues sí, en efecto, lo más urgente era poner agua al gato jeje. Eligió una buena película para dormir el sueño eterno. Raúl espero que hayas pasado felices fiestas y que el 2018 cumpla todos tus deseos. Saludos.
Publicar un comentario