jueves, 23 de noviembre de 2017

A primera hora de la mañana

Al llegar al semáforo ella ya estaba allí, en su coche blanco, a una hora en la que la mañana apenas despuntaba entre fríos bostezos. La primera vez nos hemos mirado por casualidad, por puro instinto. Yo he girado la cabeza hacia mi derecha, justo cuando ella lo hacía el espacio que mi viejo Passat acababa de ocupar. Solo ha sido un instante pues el pudor ha hecho que ambos, como movidos por el mismo resorte, volteáramos al unísono la vista hacia el frente. Pero unos segundos después, alentado quizá por la cálida música que en ese momento emitía Radio 3 y atraído por aquella primera y fugaz impresión, he vuelto a mirarla. Y allí estaba, sonriendo con divertida timidez al saberse observada, con sus esponjosos rizos cubriendo sus mejillas, con su naricilla hermosa y sus jóvenes labios; con toda una vida ajena a mí por delante. 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Una mirada... No se necesitan muchos más pretextos para hacer literatura que una mirada.
Muy bueno

JC

Elena Casero dijo...

Pero te puedes inventar su vida y dejará de ser ajena a ti.

Besicos

ethan dijo...

¿A quién no le ha pasado?
Abrazos

Juan Herrezuelo dijo...

Hay días que comienzan con una promesa que ya no esperábamos y que muy probablemente no cumplirá. Pero basta la formulación de esa promesa: una sonrisa, una naricilla, unos rizos. Después el semáforo pasa al verde y el día deja de ser el mismo para los dos.

Inma Ruiz dijo...

FELIZ NAVIDAD

Kuss