jueves, 28 de julio de 2011

Antonio Stewart

Tengo un patio interior en forma de triangulo isósceles al que no sé calcularle el área porque soy, y he sido siempre, de letras y torpe. En él, algunas tardes de estío, merendábamos un zumo de naranja natural y una tostada con aceite y sal. Ah, también tengo un vecino que se llama Antonio.
Antonio se parece más bien poco al actor, para qué engañarnos, ni tampoco es fotógrafo expedicionario, que era más o menos el oficio que tenía el personaje con la pierna rota de la famosa peli de Hitchcoock. Pero como le pasaba a aquél, a mi vecino también le chifla mirar por una de las ventanas de su casa que dan a esa curiosa isla de intimidades que forman la parte de atrás de todos los edificios de mi manzana.
Antonio, prejubilado por un problema de columna y con todo el tiempo del mundo, estos días de sofoco puede pasarse horas sentado junto a su ventana, leyendo algún librillo, dormitando su siesta o simplemente observando ese mundo de paredes traseras bajo la fresca brisa de la tarde; pues al estar orientado al norte, a partir del mediodía todo ese islote de ropas tendidas y sintonías de telenovelas, se convierte en una deliciosa umbría, ajena a los calores y al bullicio de la calle a la que da la fachada principal del edificio.
Nada se escapa al vicio de Antonio. Ni la humildad de mi patio triangular, con sus siete macetas, su mesa de plástico y sus cuatro sillas a juego. Ni la opulencia del de mis vecinos del B: rectangular y enorme, con mesa de teca para ocho, sombrilla pretenciosa e incluso piscinita hinchable. Ni las peculiaridades del de la vivienda que nos queda a la izquierda: una planta baja con una terraza que da mucho juego, para cenas y otras reuniones familiares, con un vergel en plantas que incluye un abeto centenario de más de diez metros de altura. Ni la abigarrada mediocridad del resto de patios y ventanas de todo este oasis, por el que transcurre una vida privada y oculta pero decorada con toallas playeras que se orean, con sábanas por secar y con ropa interior de colores, a modo de gallardetes.
Estoy convencido, de que es a la mirada indiscreta y constante de Antonio a la que le debemos que aún no hayamos matado a nadie en el mágico mundo al que pertenece mi patio interior.

* En septiembre, ELEFANTIASIS viajará a Sevilla.

32 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho, yo también tenía un patio, pero sin vecino Antonio. Los vecinos Antonios hacen que uno se fije, también, en lo que pasa a su alrededor, no vaya a ser que nos estemos perdiendo algo... Lib.

Josep dijo...

Ese final y la puntilla me han arrancado una carcajada quieta, que no son horas de armar alboroto.

Me ha encantado la descripción del ambiente: como si lo viera a través del visor de una Leica...

Un abrazo.

Rosa dijo...

Haces de lo cotidiano todo un arte.
Me quito el sombrero.

Besos con reverencia desde el aire

Jorge Arbenz dijo...

En Barcelona tenemos un barrio- l'Eixample ( Ensanche)- que tiene un enorme patio en el interior de cada manzana de casas y se presta mucho a historias como la que cuentas. En cuanto he leído el relato, me ha venido a la cabeza una escenificación en una manzana que conozco bien por esas cosas de la adolescencia.
Saludos cordiales desde BCN.

Anónimo dijo...

La atraccion por los tejados y las vecinitas en verano dan mucho de si. Aunque en algunos casos, mejor ene sa pantalla tan lejana como segura...saludos

Una dijo...

Coincido con rosa, pocas veces se pueden decir cosas tan banales con tanta destreza.

Y en cuanto al tema...reconozco que comparto con tu vecino algún qué otro vicio indiscreto, así que nada malo voy a decir yo del buen hombre.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

Antonio es como un gato mirando la jaula de un pájaro, claro que en este caso sin esperar cobrarse ninguna presa esperemos.

Un abrazo.

AdR dijo...

Qué envidia, yo no tengo patio interior. Pero igual Antonio podría ser feliz con unas vistas a la bahía de Cádiz, gente que mirar no le va a faltar...

Abrazos

Maite dijo...

Muy bien ambientado, Raúl, me ha gustado mucho ese patio y ese espejo en el que creo que casi todos nos podemos mirar un poco. Abrazos.

matrioska_verde dijo...

Me encanta como lo describes todo con pocas palabras!!

Y me has hecho recordar mi propio patio interior.

Toledo.
Mes de agosto.
Sola. Con mi marido (ahora ex).
Calor sofocante.
Lejos de Galicia. De la brisa marina.
Salgo al patio a bordar punto de cruz.
Hay otra mujer, con dos niñas pequeñas.
A mí me gustan los niños.
Yo también quiero tener hijos.
Pero tengo miedo.
Me agobia el calor.
Y estoy lejos de casa.
Muy lejos.

biquiños,

matrioska_verde dijo...

¡¡me encantan tus banners!!

ojalá que conociera yo a esa Elena que te los hace!!

biquiños,

Anónimo dijo...

Me ha encantado la forma tan "normal" que tienes para transmitir algo hermoso.
Un día de estos me tienes que invitar a un zumito en tu patio, jajajaja!!!!
Besossss


María

roberto dijo...

¡Suerte en Sevilla!

No paras, oye...

Juan Herrezuelo dijo...

Ay, pero ¿cuántos Stewart caben en un triángulo isósceles y qué pierna tiene escayolada ese narrador que tan bien conoce los hábitos de su vecino de enfrente y las peculiaridades de los otros vecinos a los que éste observa, los opulentos del B, los del abeto y todo lo demás, quién tiene esa capacidad de hacernos sentir tal cual como si estuviéramos allí? Somos espectadores, curiosos, y no hay hipotenusa con ventanas que no se nos antoje una pantalla múltiple. Un abrazo sin Grace.

Juanjo Montoliu dijo...

¿Y esto de las redes sociales no es, al fin y al cabo, tener a un montón de antonios mirando?

Anónimo dijo...

Y aquí están las corralas; ese micromundo interior, casi endogámico y por supuesto mágico.
Yo quisiera tener un vecino como Antonio, siempre alerta. O mejor, yo quisiera ser Antonio
Una entrada cojonuda de verdad.

JC

Marcos Callau dijo...

Te deso mucho éxito en Sevilla. Espero que Antonio no llegue a tener nunca ese encuentro cara a cara con un criminal, ni lo arrojen por la ventana. Me ha gustado mucho el comienzo del relato (yo también soy de letras) y el personaje Antonio. un abrazo.

Gabriela Amorós dijo...

Tal vez a tu Antonio le gustaría leer este relato también, quién sabe.

Por cierto, ¿nunca has contenido tu emoción? Yo sí, debo ser un poco rara (que conste en acta que te lo digo con cariño y sonrío).

Un abrazo indomable.

G.

Alex B dijo...

Me encantan las historias de patios...
Mi abuela vivía en una corrala madrileña .Todo el mundo sabía quien entraba y quien salía de cada casa y los niños jugábamos en esos pasillos semiabiertos.
Tu relato,estupendo y evocador.
Un beso y felices vaxaciones.

Andrés E. Medina dijo...

Antonio parece llevar una vida de lo más apacible, el vecindario lo extrañará cuando se vaya, y no solo la gente, sino el vecindario mismo, sobre todo, el patio.

Belén dijo...

Vaya, yo como mirona profesional, veo que tengo compañeros del metal :P

Besicos

campoazul dijo...

No sabía que el Antonio mirón era exclusivo de tu patio. Lo digo porque en el mío también está..., con su mujer y los tres perros, todos mirando.

Besitos.

Miguel dijo...

Sugestivo relato. Haces un arte de la prosa. Conviertes lo cotidiano y baladí en inquietante y dramático devenir. Enhorabuena.

Un abrazo.

Diana H. dijo...

Has pintado una colorida acuarela de ese patio interior y sus alrededores, con Antonio como protagonista. Yo supe tener de vecino una especie de Antonio, jubilado y gris, siempre de pie en la puerta de su casa a toda hora, eterno guardián del barrio y de todos nuestros movimientos. Cuando murió, le dediqué un post.
Un beso, Raúl.

Deigar dijo...

Yo tengo un par de Antonio´s en mi urbanización. Que por no tener o no querer tener oficio alguno, se dedican a invadir la privacidad de los demás.

Es típico en todos lados.

awacat.es dijo...

No está nada mal empezar Agosto con este post, lo digo por mí que lo leo ahora.

Sonrío hasta con el patio interior secreto.

Besos!

Tesa dijo...

¿De verdad no hay ninguna vecina que falta desde hace demasiado tiempo?
...no te fíes.

flower dijo...

A ver si me aclaro... ¿este es uno de los relatos de Elefantiasis?

Me ha encantado, oiga usté. Será que ahora pongo intención en mi lectura porque las cosas han cambiado y, claro, ahora es mucho más fácil decirte y, sobretodo, sentir, que escribes de maravilla.

Por cierto, menuda gracia el vecinito del abeto de diez metros. El del segundo debe estar hartito de una sombra que él no solicita, o del trino del pájaro que se posa en la copa a punto de la mañana...

Como tú dices, en fin.

Mua,

T.

Maria Coca dijo...

Qué bueno. Reflejas un ambiente muy cercano. Cuántos antonios no habrá tras las cortinas...

Un abrazo.

senses and nonsenses dijo...

antes odiaba los indiscretos patios de vecinos. ahora los echo de menos...

un abrazo.

Bella dijo...

Great mention!:)

pepa mas gisbert dijo...

De lo que se deduce que solo no matamos porque alguien nos vigila....como somos.