jueves, 18 de agosto de 2011

Maullidos y arañazos

Me lame con fruición, se duerme recostada en mi pecho y tiene los ojos azules como el mar.
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A pesar de todo, a mi última ex le debo alguna que otra cosa buena, esa es la verdad. Y una de las más importantes es que con su cabezonería lograse que a mí, que desde crío les he temido y, por tanto, también los he odiado, acabaran gustándome los gatos. Raspas se llamaba la gata que compartió con nosotros un sinfín de broncas y algún que otro arrumaco durante nuestra vida en común. Luego se fueron las dos juntas.
A los pocos días de la ruptura me di cuenta de que lo que más echaba de menos al llegar del trabajo, era el sonido del cascabel que nos anunciaba los pasos del felino. Es curioso pero, metafóricamente, en ese tintineo se resumía todo lo que yo encuentro de hermoso en vivir en pareja: lo cordial de lo doméstico, la calidez de ciertas costumbres, las sonrisas inesperadas, etc. Así que en el intento de volver a escuchar lo antes posible vida en mi casa, le dije a mi madre que encontrara alguien que me regalase otro gato. Tu estás tonto, me contestó.
El caso es que Zac, que así se llama mi gatita, y yo nos queremos desde el mismo instante en el que nos vimos por primera vez. Fue un flechazo en toda regla, con chispas en la mirada y temblores de emoción inesperados, y eso a pesar del desagradable lance que vivimos ambos cuando la recogí de dentro de la cestita en la que me la entregaron, pues la abracé y me la llevé al pecho en un gesto maternal y la gata se me meó encima.
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Y es que como ya he dicho al principio de esta entrada, a Zac le encanta lamerme, se echa las siestas veraniegas sobre mi pecho y tiene unos ojos del color del más idílico de todos los mediterráneos, con lo que a poco que juguéis a descontextualizar el asunto, entenderéis que con tanta virtud es imposible no adorarla. Yo al menos la quiero mucho y, supongo que, como la trato bien, le doy de comer cuando le toca y la he llevado al veterinario cumpliendo escrupulosamente el programa de vacunas, ella también me quiere a mí y es por eso por lo que me regala tanto mimo.
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He elegido esta fotografía de Zac pero bien podría haberme fotografiado los brazos, que los llevo llenitos de arañazos. Es hembra, así que eso ha de ser otra de sus maneras de decir cuánto te quiere. Me dijo el otro día burlona una vecina mayor cuando le enseñe las marcas.

Y en septiembre, Elefantiasis viaja a Sevilla.

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Se te olvidó mencionar lo suave que es su piel. Lib.

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Hola, Raúl, a mí sí que me chiflan los gatos, no tengo en casa ahora, pero tengo 4 en una finca y doy de comer a dos callejeritos. Todos los animales me gustan, pero como los gatos ninguno, hasta les pinto cuadros...

Y si te araña es porque juegas "a lo bruto" con ella, porque sino, una gata no tendría por qué arañarte, eso lo hacen los machos, que son más violentillos, jeje.

Respondiendo a tu pregunta: mi verano va muy liadillo, acabo de mudarme a una casa muy grande, hace dos o tres meses, y entre cuidar de la "mansión" y que tengo más trabajo, este verano me he quedado sin vacaciones, a ver si en invierno me voy a algún lado bonito. Por eso no tengo mucho tiempo para visitar a los amigos, escribo poemas, eso sí, pero las lecturas ya me cuesta más trabajo hacerlas con tanta frecuencia. ¿Y tu verano?

Un beso grande, querido amigo y disfruta mucho de tu Zac.

Anónimo dijo...

Que las mascotas dan vida, es algo sabido desde antiguo, de ahí que no m,e estrañe tu deseo por volver a tener un gatito/a a tu lado.
Lo que me escama es que lo necesitaras para contrarrestar la ausencia de una relación de pareja. Que metafóricamente te complazca en el recuerdo, igual indica que tu pareja no te llenaba lo suficiente. Yo que se.
En cualquier caso, una nueva entrada magistralmente escrita.
Besos veraniegos!!

María

Una dijo...

No me ha llegado la actualización de esta entrada. Yo tengo un perro y hace la función de los hijos que (aún) no he parido. Debe ser un mal muy compartido, por lo que veo.

Beatriz dijo...

Las madres casi siempre descubren nuestras necesidades y allá que van solícitas a las para ella gratificante misión de intentar que seamos felices.
Estoy segura que Zac no reemplazará a Raspas. Pero habrá tal vez alguna leve similitud de afecto entre los lamidos de uno y los arañazo de la fémina. Ambos son sinónimo de cariño, de entrega-
Un abrazo Raúl-

Concha Huerta dijo...

Tu gata es monísima. Pero has pensado en cortarle las uñas? quiza a si sus "caricias" fueran menos evidentes... Un saludo

Anónimo dijo...

¿Noo dicen que en el amor todos los gatos son pardos? Pues eso.
Una crónica veraniega... y familiar la de hoy.


JC.

Andrés E. Medina dijo...

A veces se hechan mucho de menos las costumbres adquiridas durante esos amores que terminaron por no funcionar.

Yo creo que esa gata llegó para quedarse y esque si "los golpes ingren", no me imagino los arañazos =)

¡Un saludo!

flower dijo...

Ahora, al verla en la foto, entiendo la razón por tener tanta prisa en regresar a Benicassim.

Oye, niño, que no hacía falta pasar por urgencias para tener excusa, jopetas!!

Ya todo bien??

Mua,

PD: Tengo preparado repertorio para feisbuc, me das permiso si sales guapo? (Aunque, ahora que lo pienso, eso, siempre...)

matrioska_verde dijo...

Es preciosa, a pesar de que yo no soy muy de gatos.
Seguro que te hace muy feliz, ya verás, en el sentido en que te puede hacer feliz un animal.

¿Le gustaría a Zac pasar a formar parte de los amigos de Ron? ¿Se lo preguntas?

http://ronyyo.blogspot.com/

Si has visto el blog sólo me resta decir: Sí, estoy un poco loquita.

biquiños,

Javier Valls Borja dijo...

Anoche vi "Constantine", con Keanu Reeves y Rachel Weisz y, en un momento dado, él visualiza el infierno a través de un gato, de los que dice que están allí y aquí...

Por cierto ¿Zac, de Prozac? Porque parece que, efectivamente, actúa como antidepresivo.

Otra cosa, Raúl: no puedo enlazar tu blog a los blogs que sigo desde mi escritorio de blogger (no tengo problemas con ningún otro) y, hasta hoy, tampoco había podido enlazarlo en mi blogroll.

Saludos.

roberto dijo...

Yo también tengo gato. Sin embargo, aunque tiene unas uñas de la muerte, no me suele arañar (es bueno conmigo, vamos).

Santi S. dijo...

La crónica me ha parecido nostálgica, que quieres que te diga, bien escrita, pero nostálgica.
En cuanto a los animales de compañía, estoy totalmente a favor, de hecho, todos tendríamos que tener el que más pudiera aportarnos a nuestra personalidad. Yo, por ejemplo, voy a comparme o un caimán o una hiena.

Carmen dijo...

Guau, me he quedado alucinada. Muy interesante. "Esto no es un cuento ni el olor de un gato".

Gracias. Te comparto por el mundo.

senses and nonsenses dijo...

es más fácil sustituir a un gat@ que a un@ compañer@...

LA ZARZAMORA dijo...

Miau!
De todas las rupturas, siempre queda un arañazo gatuno ;-)

Besos, Raúl.

Me gustan estos refrescantes relatos veraniegos, será porque se te nota menos rígido. Sonrío.

Irreverens dijo...

Yo prefiero la foto del ectoplasma, la verdad...
;)

Enhorabuena a los dos.

Josep dijo...

No sé si a mi amigo Llamp le gustaría tu gatita, pero te entiendo muy bien, colega: ahorita mismo me está mirando, medio entresoñando y su cara de feliz produce relajamiento de espíritu.

Un abrazo.

p.d.: esta entrada tuya no me ha aparecido en el gadget de "seguidos" hasta hoy.... ???

Olga Bernad dijo...

Qué curioso, yo adoro a los gatos, me siguen por la calle, me encuentro bien con ellos, puedo pasarme horas mirándolos, como al fuego o el mar. (Los perros, sin embargo... la verdad es que sólo me han gustado los míos). Pero para mí los gatos significan algo muy distinto que para ti: son siempre salvajes, aun cuando se aburguesan (tienen mucha tendencia;-)
Mi gato, León Merlín, parece el negativo de la tuya, es chico, es negro y tiene los ojos amarillos. Harían una curiosa parejita.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

A mí me gustan los gatos desde pequeño y te puedo asegurar que tienen personalidad o felinidad o lo que sea. Por más que mimo a la mia la muy puta no es cariñosa, sabe que con ponerme ojitos tiernos y un maullido quejoso me saca lo que quiere y sigue la ley del minimo esfuerzo.

LaCuarent dijo...

Cierto, no sería lo mismo llegar a casa y no recibir los lametones de mi grumete.
Un beso