jueves, 9 de junio de 2016

Escena de caza

Mi padre fue cazador hasta que dejó de serlo. Un día, calculo yo que sobre mis catorce, dijo que ya no volvía a matar un pajarillo ¿y liebres? -tampoco, dijo- y así fue; a la mañana siguiente le vendió la escopeta a un tipo al que en el pueblo todos conocían por Ventura. 
A mí me... 

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te lo leí el otro día en Face. Es un relato costumbrista, nostálgico, emocional... excelente.

JC

Javier Ximens dijo...

Un placer leerte.

Setefilla Almenara J. dijo...

Un relato estupendo; sencillo en desarrollo y profundo en emociones, como tiene que ser.
Un abrazo.

Mi nombre es Mucha dijo...

GRACIAS POR HABERME DADO LA OPORTUNIDAD DE CONOCER TUS BELLAS LETRAS
ME

HUBIERA

ENCANTADO ...

Ver el rostro de quien las escribe
abrazo con luz

Anónimo dijo...

Qué ternura. Me ha encantado este relato, que más parece una secuencia.
Abrazos.

María

José Luis Martínez Clares dijo...

Lo mejor que tiene la caza es la literatura que se mueve a su alrededor. Tu texto, una gran pieza. Un abrazo

Miguel dijo...

Precioso relato. Me ha encantado. ¡Cómo se puede decir tanto con tan pocas palabras...!

Un abrazo.

ethan dijo...

Perfecto, en el desarrollo y en el final.
Abrazos

Santi S. dijo...

¡Coño!, Raúl, es un relato excelente. Muy, muy bueno.
Abrazos.

El Doctor dijo...

Lo que te voy a contar no es un cuento. Cuando tenía trece años y en verano iba con mi padre todos los sábados al bar a beber cerveza, y no solo una, sino unas cuántas (en vaso largo y sacado del congelador). Por aquel tiempo no pasaba nada ni nadie decía nada. Hoy sería inadmisible que un chaval bebiera unas cuántas cervezas junto a su padre en un bar. Ambos hablábamos de cosas, tonterías, que son las que más acompañan en esos momentos. Luego, con el tiempo, las cosas cambiaron. No me hice alcohólico, ni mucho menos, pero aquellos momentos son imborrables. Esta historia no he podido nunca contarla en las reuniones familiares donde hay niños (chavales ya con pelos en las pelotas) para no herir la sensibilidad de los padres. Esos chavales que no hablan con sus padres, que no se dicen nada.

Hoy me ha venido a la memoria todo esto al leer tu relato.

Diana H. dijo...

Querido Raúl, imágenes que cuentan... está intacta tu capacidad para provocar al lector.
Abrazo fuerte desde Argentina.

abril en paris dijo...

Los recuerdos que acompañan nuestra adultez y que atesoramos en nuestra mochila...nos has llevado de la mano con los tuyos, a los nuestros.

Entrañable el texto Raúl, nos toca.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Alguien dijo que si desde el cielo te caen limones, aprende hacer limonadas.

Argumento, nudo y desenlace fascinantes.
Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Los caminos de la memoria.....por donde transitamos con el ojo de la mente, perfumando y vistiendo lo que no existe.
Cautivo en un archivo....este pasaje ....ES CONMOVEDOR!
Felicidades!!!

Prozac dijo...

Gran e inteligente relato.

Deigar dijo...

Muy emocional, me pareció. Me gustó.

Juan Herrezuelo dijo...

Bien por esa infinidad de pequeños pero significativos detalles que le dan vida a esta miniatura narrativa, a este triángulo amoroso -que lo es- y lo preservan de las pérdidas, los arrepetimientos, el paso del tiempo.

(Mal por haber dejado pasar tu cumpleaños sin felitarte... Estoy asomado a otras ventanas, amigo Raúl, y se me escapan las cosas... Felicidades tardías)

Un abrazo fuerte

Recomenzar dijo...

Tus letras han puesto sonrisa a mi mirada

Celsa Muñiz dijo...

Ahí hay una historia inacabada. ¿Nunca te dijo el motivo por el que dejó de cazar? Más aún, ¿nunca te interesó saberlo? Tira del hilo que cómo lo cuentas engancha.