Extrañaba tu blog, me gustó el relato. A veces uno encuentra lo real en lo imaginado o viceversa. A veces buscamos la verdad en nuestra imaginación o en lo que sólo nosotros comprendemos. Besos
Entonces el predicador se tira, de todas maneras, de alguna manera.. Me gusto mucho, me he sentido así...como el rio, como el predicador, como el frío.-
¿No estarás hablando de una despedida? Que tu personaje sea un suicida espero que no esté apuntando un adiós. Viva la ficción, viva tu fantástica ficción.
Intenso relato del preludio a un convencido adiós. La descripción de todos los elementos es sutil, dejándote con las ganas de volver a leerlo, para profundizar más.
Mucho tiempo en barbecho llevaba tu blog, aunque no soy yo el más indicado para hablar, espero que el loco supiera nadar por si se arrepiente mientras cae.
Jo, qué bien escrito. Entran ganas de ponerse ahí a escuchar al loco . Un loco con estilo es mejor que cualquier noticiero. Te echaba de menos y espero que no sea para tanto lo del principio de año . Ya sabes d´nde estoy , pa cualquier cibercosa, sabes que te aprecio mucho, talento aparte. Un abrazo.
Bueno, Raul, aquí me tienes de nuevo, enganchada a tus relatos. Describes de una manera que nos transportas al lugar, al tiempo, al frío, al "adios"...
Saber aceptar algunas despedidas, no es nada fácil si no se está loco de atar...
¡Me encanta tu reaparición! Ya me he terminado Elefantiasis y he flipado. En realidad, todos tenemos capítulos elefantiásicos en la vida. Lo difícil es dotarlos de estética, como haces tú.
¿Suicidio o alivio? ¿Loco o demasiado cuerdo para este mundo? Ríos, acantilados, terraplenes… no sólo cantan las sirenas para atraer a los marineros. Biquiños,
¡Qué bueno, Raúl!. Me ha gustado mucho este relato. Hay adioses efectivamente que son definitivos y lapidarios. Éste parece uno de ellos, al menos lo fue para el loco del puente... Un abrazo, amigo.
Como amiga te diría que no quiero verte así, pero en ocasiones aparece una voz en mi conciencia que te espetaría: sufre, sufre más todavía!!! Es uno de mis otros "yo" que admira con devoción tus letras, no me lo tengas en cuenta.
Envidio una enormidad a los escribidores que saben decir tanto con palabras tan precisas y obviamente hermosas. (Ojo, esta envidia suele ser construtiva) Un abrazote.
Poderoso relato. Como el río. Atroz y voraz. El río es una corriente de pensamientos más que de agua, si te fijas bien; y allí pueden acabar las personas que de tanto pensar han perdido la cordura.
Tu esperada narración, Raúl, parece llevarnos por un psicodrama donde el invierno traduce una confluencia de acontecimientos igualmente desapacibles. Que la locura se acomode finalmente en un adiós, como el frío a la calidez del abrigo, es un gesto que sólo se justifica desde el más desapacible invierno intelectivo. En la estética del puente se presiente su ineludible final y en el río acaso su irremediable olvido.
En la primavera, sólo un insignificante recuerdo irreal.
Bienvenido de nuevo Raul, yo pienso lo mismo demasiado tiempo pasó desde tu último relato. Ya te echaba de menos... fantástico relato como siempre,además, me gusta poder continuar la historia en mi imaginación...
Los últimos párrafos son un micro en sí mismos "El río abre la boca. Juraría que incluso se ha relamido" "El loco cierra los ojos y abre los brazos" Buen texto
Escalofriante pesadilla invernal. Yo tambien creo que el loco no lo es tanto, o que ha percibido la realidad con una claridad cegadora que lo ha empujado hacia ese rio hambriento. Un saludo.
Nunca se puede morir dos veces en el mismo río. Pero el ritual en latín ante los escamados e inexistentes feligreses convierte en tridimensional la escena. Hay algo más que muestra el conjuro para trascender y que no todo acabe entre las fauces.
Hermosa palabra, adiós, puede causar alegría y tristeza a la vez, y en algunos casos, locura. Que buen escrito, Raúl, sobresalió el tono poético. Un saludo grande desde el otro continente.
Un relato que invita a la reflexión, querido Raúl. A veces, la vida en su locura, hace que el cuerdo parezca loco y quiera deshacerse de ella, de la vida misma. Un besito y feliz semana, mi niño.
Resulta que hay un error en tu narración. No son los locos los que hacen el angel desde los puentes, sino los cuerdos desesperados. Sólo los cuerdos desesperados saben ver las fauces del río. Y suele ocurrir que si esperan a que pase el nubarrón que amenaza con descargar, finalmente sale el sol y el río cierra su boca recogiendo los tímidos rayos. Digo, yo,no sé..
Extrañaba tu blog, me gustó el relato.
ResponderEliminarA veces uno encuentra lo real en lo imaginado o viceversa. A veces buscamos la verdad en nuestra imaginación o en lo que sólo nosotros comprendemos.
Besos
Entonces el predicador se tira, de todas maneras, de alguna manera.. Me gusto mucho, me he sentido así...como el rio, como el predicador, como el frío.-
ResponderEliminarExquisito relato, tan crudo como hermoso, tan lúgubre como fuerte.
ResponderEliminarLa muerte siempre es un personaje encantador.
Debió cambiar el puente por una estación de ferrocarril abandonada. Allí es donde empiezan los nuevos viajes.
ResponderEliminarAbrazos.
Buenas metáforas, y en especial la de ses río goloso
ResponderEliminar¿No estarás hablando de una despedida?
ResponderEliminarQue tu personaje sea un suicida espero que no esté apuntando un adiós. Viva la ficción, viva tu fantástica ficción.
pd: ya se echaban en falta tus relatos.
María
Y no será que este loco está terriblemente cuerdo??
ResponderEliminarSe agradece tu vuelta. Leer El alma Difusa es un placer.
ResponderEliminarUn beso
Como siempre Raúl.........
ResponderEliminarGracias por la visita.
¿Como van esas giras promocionales?.
Saludos.
La imagen del predicador sermoneando en latín a peces inexistentes es brutal.
ResponderEliminarExcelebte ralato. Con agridulces matices, de esos que te obligan a relerlo y seguir pensando después.
ResponderEliminarUn saludo.
....y voló.....
ResponderEliminarUn abrazo Raúl
Intenso relato del preludio a un convencido adiós. La descripción de todos los elementos es sutil, dejándote con las ganas de volver a leerlo, para profundizar más.
ResponderEliminarUn abrazo grandote,
Naia
Para empezar el año con optimismo, claro que sí.
ResponderEliminarQué poder tienen las palabras. Un "adiós" y mira la que se arma. Qué bien puestas las de tu relato.
ResponderEliminar¿Y el llamado loco estaba loco? Mira que hoy en día se confunden con los cuerdos...
ResponderEliminarBesitos.
Hay adioses que no se superan y obligan a tomar decisiones desesperadas.
ResponderEliminarEste preludio de suicidio es el más bello que he leído en mi vida.
Como dicen aquí: Eres el p... Amo de las palabras!!!!!!!!!!
Besos mágicos
Sonrío
Mucho tiempo en barbecho llevaba tu blog, aunque no soy yo el más indicado para hablar, espero que el loco supiera nadar por si se arrepiente mientras cae.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acojonante...
ResponderEliminarUn abrazo querido Raúl.
Jo, qué bien escrito.
ResponderEliminarEntran ganas de ponerse ahí a escuchar al loco .
Un loco con estilo es mejor que cualquier noticiero.
Te echaba de menos y espero que no sea para tanto lo del principio de año .
Ya sabes d´nde estoy , pa cualquier cibercosa, sabes que te aprecio mucho, talento aparte.
Un abrazo.
Te echaba de menos Raúl…………………..
ResponderEliminarUn beso lleno de hojarascas.
Bueno, Raul, aquí me tienes de nuevo, enganchada a tus relatos.
ResponderEliminarDescribes de una manera que nos transportas al lugar, al tiempo, al frío, al "adios"...
Eres magnífico.
Lo saboreé, sí, claro.
Besos desde mi/tu Mar Eterno.
Hermoso texto, querido raúl. Aunque no sé, quizá ese predicador que habla a los peces en latín, no sea un loco. Besos.
ResponderEliminarHay días extraños en los que el río de la vida se convierte en lo contrario. Pobre loco que no tuvo ni los peces de cortejo.
ResponderEliminarSalut
Saber aceptar algunas despedidas, no es nada fácil si no se está loco de atar...
ResponderEliminar¡Me encanta tu reaparición! Ya me he terminado Elefantiasis y he flipado. En realidad, todos tenemos capítulos elefantiásicos en la vida. Lo difícil es dotarlos de estética, como haces tú.
Un besazo,
¿Suicidio o alivio? ¿Loco o demasiado cuerdo para este mundo?
ResponderEliminarRíos, acantilados, terraplenes… no sólo cantan las sirenas para atraer a los marineros.
Biquiños,
Hasta Pronto es un buen A-Dios.
ResponderEliminarEl efecto pavlov de la palabra adios es poderosísimo.
ResponderEliminar¡Qué bueno, Raúl!. Me ha gustado mucho este relato. Hay adioses efectivamente que son definitivos y lapidarios. Éste parece uno de ellos, al menos lo fue para el loco del puente... Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarHola, ola de mar...
ResponderEliminarQuizá no se tire ni se lo trague el río. Igual sigue predicando hasta que existan oídos que sepan escucharle.
Un beso, del Aire
Si eso es locura, debemos de estar todos un poco locos.
ResponderEliminarMuy bueno.
te echaba de menos.
un beso
¿se comió el rio al loco? A los paseantes se los comió el miedo o sus respectivas cotidianidades. Me gustó!
ResponderEliminar¡Qué fuerza poderosa encierra la palabra "adiós"!
ResponderEliminarHermosas como siempre tus palabras.
Motivan a leerte y meditar sobre la conducta humana.
Un abrazo cercano, aún desde esta distancia.
los locos siempre decimos la verdad.
ResponderEliminarpero el río ahora tiene que estar muy frío, mejor en primavera...
un abrazo.
pd. me encanta este banner. ...qué bonita The Station Agent!!!
Por la boca muere el río y si está frío ni te cuento.
ResponderEliminarParece que no he sido la única que ha tardado en volver, volverr, voollverrr..
Un beso.
Me gusta que te hayas cambiado las chanclas, eso sí que daba frío :)
Como amiga te diría que no quiero verte así, pero en ocasiones aparece una voz en mi conciencia que te espetaría: sufre, sufre más todavía!!!
ResponderEliminarEs uno de mis otros "yo" que admira con devoción tus letras, no me lo tengas en cuenta.
Con todo mi cariño, tu sabes.
B e s e t s
Envidio una enormidad a los escribidores que saben decir tanto con palabras tan precisas y obviamente hermosas.
ResponderEliminar(Ojo, esta envidia suele ser construtiva)
Un abrazote.
me gustó como a Lansky, bien expuesto
ResponderEliminarPerfecto relato, como tantas veces. Me encantó ese trasfondo de cómo la naturaleza, al fin y al cabo, no es más que la visión del hombre sobre ella.
ResponderEliminarEl loco abre los brazos y las aguas del río se separan mostrando el cauce seco, rocoso.
ResponderEliminar¿Porqué todos piensan que va a tirarse?
Me gusta ese alivio del final que dejas tras el desespero de un principio...parece que dijera: "No todo es tan malo"...
ResponderEliminarUn besito, Raúl.
Poderoso relato. Como el río. Atroz y voraz. El río es una corriente de pensamientos más que de agua, si te fijas bien; y allí pueden acabar las personas que de tanto pensar han perdido la cordura.
ResponderEliminarUn abrazo.
La vida consiste en estar siempre al borde del sacrificio. Resulta algo paradójico que sólo los locos lo sepan y recen sus oraciones.
ResponderEliminarTu esperada narración, Raúl, parece llevarnos por un psicodrama donde el invierno traduce una confluencia de acontecimientos igualmente desapacibles. Que la locura se acomode finalmente en un adiós, como el frío a la calidez del abrigo, es un gesto que sólo se justifica desde el más desapacible invierno intelectivo. En la estética del puente se presiente su ineludible final y en el río acaso su irremediable olvido.
ResponderEliminarEn la primavera, sólo un insignificante recuerdo irreal.
Un afectuoso saludo.
..Y voló convirtiendo la locura en cordura y a los locos en los únicos cuerdos.
ResponderEliminarComo siempre un placer
Saludos
Un río hambriento de hombres. Aplaudo la idea.
ResponderEliminarNo se Raúl,no se.
ResponderEliminarCurioso relato. Siempre me gusta leerte.
Un abrazo
Bienvenido de nuevo Raul, yo pienso lo mismo demasiado tiempo pasó desde tu último relato. Ya te echaba de menos... fantástico relato como siempre,además, me gusta poder continuar la historia en mi imaginación...
ResponderEliminarHay llamadas y adioses que mejor no sentir nunca, porque tu río se queda helado...
ResponderEliminarbesicos
Algo más simbólico que tus anteriores relatos, pero con la misma fuerza y crueldad poética de siempre.
ResponderEliminarUn saludo.
JC
Es prácticamente imposible sustraerse al embrujo de un río con hambre, sobre todo si el espíritu enmudece y la mente decide aniquilarse.
ResponderEliminarUna sonrisa
¡Hola Raul!
ResponderEliminarUn Loco sin duda, en su ultimo
¡Adiós...!
Desconsolado adiós.
Bonito relato.
Saludos de J.M. Ojeda
Me encanta y me emociona esa forma que tienes de narrar. Esa imagen del río que abre la boca es impactante.
ResponderEliminarFelicidades, Raúl. Nunca defraudas.
Besoss
Los últimos párrafos son un micro en sí mismos "El río abre la boca. Juraría que incluso se ha relamido" "El loco cierra los ojos y abre los brazos" Buen texto
ResponderEliminarEres único para presentar la tragedia como algo fantástico... siempre me la metes doblada :)
ResponderEliminarBesicos
Lo triste es que conocí a un loco igual que este.
ResponderEliminarBienvenido.
Un beso
Escalofriante pesadilla invernal.
ResponderEliminarYo tambien creo que el loco no lo es tanto, o que ha percibido la realidad con una claridad cegadora que lo ha empujado hacia ese rio hambriento.
Un saludo.
Nunca se puede morir dos veces en el mismo río. Pero el ritual en latín ante los escamados e inexistentes feligreses convierte en tridimensional la escena.
ResponderEliminarHay algo más que muestra el conjuro para trascender y que no todo acabe entre las fauces.
Hermosa palabra, adiós, puede causar alegría y tristeza a la vez, y en algunos casos, locura. Que buen escrito, Raúl, sobresalió el tono poético. Un saludo grande desde el otro continente.
ResponderEliminarUn relato que invita a la reflexión, querido Raúl. A veces, la vida en su locura, hace que el cuerdo parezca loco y quiera deshacerse de ella, de la vida misma. Un besito y feliz semana, mi niño.
ResponderEliminarUn relato estremecedor
ResponderEliminary de metáfora impactante,
me ha gustado el vocabulario
y la construcción,
es buena literatura
Resulta que hay un error en tu narración. No son los locos los que hacen el angel desde los puentes, sino los cuerdos desesperados. Sólo los cuerdos desesperados saben ver las fauces del río. Y suele ocurrir que si esperan a que pase el nubarrón que amenaza con descargar, finalmente sale el sol y el río cierra su boca recogiendo los tímidos rayos.
ResponderEliminarDigo, yo,no sé..
...ese río mordaz...como tus relatos...esos que engullen...infinitos besos de bolsillo...
ResponderEliminarLo leí en su día y no supe qué comentar. Demasiadas imágenes mentales me provoca este relato y eso me impide decir algo con sentido.
ResponderEliminarPero me ha encantado, eh. Como ya es habitual.
:)